— 228 — palabras de afecto a sus apóstoles, surgen las bases de la Iglesia de su Padre, y anuncia la ve- nida del Espíritu Santo; con razón se llama a la humilde sala del Cenáculo, primer templo del Cristianismo.
Veamos su estado actual. En otra época sirvió a una iglesia que hoy no existe. Perteneció a los franciscanos después de las Cruzadas, y en el . año 1547 volvió a los musulmanes. Lia venera- ción que despierta David, sirve de pretexto pa- ra no cederlo. Ya advertimos en qué manos se encuentra. El salón, de aspecto gótico, luce gruesas columnas moradas. En los muros se han esculpido versículos del Corán, y una ven- tana sobre el patio, forma un mirab. Una pie- dra señala el sitio de Jesús en la cena, y la abertura nos evoca la del fresco de Leonardo : en el Refectorio de Milán, supónese que el cielo de Jerusalén pasa por allí su calor de vida. Pe- ro la belleza del cuadro no ha podido alejar la muerte, ni el recuerdo de esa atmósfera fundir la humedad de los colores : las figuras, cual di- solviéndose en lágrimas, se convierten en som- bra de un arte milagroso... Ante la suerte fugi- tiva de las obras, estalla el inmortal fulgor de los hechos : la escena, reconstruyéndose, rena-
