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— 219 — mo fin, ha dicho ya sobre el origen de Jesús : «Trayendo a la humanidad el secreto y el poder de renacer en el Espíritu, nació de la mujer y del Espíritu de Dios.

El Espíritu de Dios es la fuerza soberana. Manda la evolución general y preside al movi- miento ordenado, progresivo del universo. Así como intervino en el caos y la materia para producir el ser que siente, en la animalidad pa- ra producir el ser que piensa, intervendrá en el ser que piensa, para que la tierra dé su fruto y que la humanidad vea germinar el Salvador, el. Santo, el Hijo de Dios. Dios se unió perso- nalmente a su obra, y como había encarnado la vida en la materia, la sensación en la vida, el pensamiento en la sensación, se encarnó él mismo en la humanidad. Los reinos se sobre- ponen y se envuelven ; el reino de la vida se añade al reino de la materia ; el reino animal al reino de la vida ; el reino humano al reino de la animalidad ; ahora es el reino de Dios, y de los hijos de Dios en la humanidad.

Todos estos génesis sucesivos constituyen en su conjunto el drama grandioso de la tierra, y son misteriosos ; a medida que el ser creado es más perfecto, el misterio resulta más profundo.