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¡ Sí! los misterios existen, y los unos se ayudan a los otros; ya en la sombra absoluta, ya con un principio de luz. Cuando Pascal, perdido en el abismo de la caída, lo llamaba misterio incomprensible, y no podía explicarse sin él al hombre; Voltaire, replicaba, riendo: Quelle étrange explication, l' homme es inconcevable sans un mystére inconcevable. En realidad, ese heredero de Arquímedes, de la línea de Newton, Galileo o Pasteur, seguía en el caso un procedimiento científico. Brunetiére, argumenta en pro : Nous expliquons ainsi des choses que nous n'entendons guére par des choses que nous n'entendons pot du tout: la gravitation par «attraction» ; les combinaisons des corps par les «affinités chimiques» ; les phenoménes de la vie par les «propriétés de la matiére organissée». El mismo, en su curioso análisis de la doctrina evolutiva, siguiendo la impulsión de Santo Tomás y San Agustín y los estudios de Harper en Inglaterra, de Gúttler en Alemania, de Asa Gray en los Estados Unidos, del jesuita Belinck en Bélgica, del cardenal González en España, y de Mivart y de cien otros ; estudiando a Darwin en sus fuentes, en sus contradictores y en sus panegiristas; yendo a las ver-