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Raquel rompe e! silencio : «Es flor celeste que baja, desprendida sobre el alma de una virgen muerta, que sube.»

Zoar, prorrumpe : «Es piedra preciosa con que juegan los ángeles invisibles.»

Rebeca, suspira : «¿Por qué mo saludan mú- sicas del cielo a la viajera alada?» *

Noemí, murmura : «¿Por qué no lloran los astros a la estrella perdida?»

, Y todas a un tiempo exclaman : «¿En dónde habrá caído?»

El hermano, que deja de mirar la ciudad, mezcla su voz a los murmurios sonantes en las palmeras y dispersos en las aguas. «¡Sí! el Oriente es cuna de prodigios. Cuando una exha- lación toca su tierra, se transforma en planta, piedra o fuente. Y en remotos tiempos una fué tan hermose, que al chocar con el Sinal se vol- vió criatura. ¡ Ah! la fascinante Eva. Careció de infancia, y como la otra naciera del flanco de Adán, ella, condensación de un astro, bajó del Empíreo. Pero no reinaban ya las horas angé- licas : las almas transparentes no paseaban por montes y llanos el único vestido de su lumbre. Y llevaba chitón azul y túnica blanca, bajo el esplendor de su cabellera de oro : así enrpezaba;