Página:Visión de paz (1915).pdf/200

Esta página ha sido corregida

-196-

—¿Cómo?—replica Rebeca. — ¿Has perdido la fe de tus padres?

—Solamente quería explicar lo amable de Jericó. Los gentiles le han dado luces humanas, y se respira mejor la gracia de su existencia: en el aire, en las mujeres, hasta en las flores de sus festines, fulge una sonrisa que falta en Jerusalén. ¡ Ah! deseo vivir en Jericó y morir en el valle de Josafat.

Las hermanas se sonríen. Raquel, agrega: «Hace días que estás inquieto.»

—Mi inquietud —responde— la comparten muchos mancebos. Vivimos en una tierra de prodigios dormida. En nuestra displicencia esperamos algo que no se produce. Hay un profeta de Nazaret a quien dicen capaz de milagros. Si yo le viese hacer uno, reforzaría mi fe, puesto que nuestros padres creían en Moisés, sobre todo, porque miraban las maravillas de su obra.

Un cuádruple grito le interrumpe. Una enorme exhalación estalla en el cielo. Con el ardor de un rubí, cruza como un topacio, y expira cual un zafiro. Las doncellas advierten los tres reflejos, y hacen un rápido voto : simulando puntos de interrogación, quedan después mudas ante el espacio.