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= au terraza, cuatro jóvenes dibujan sus níveas ropas, y miran el firmamento. A sus pálidos rostros llegan sonrisas del interno ser. Las flores en los jardines exhalan penetrantes aromas : se cree aspirar sus almas, que, al ascender, dejan las corolas muertas. Lia sombra celebra nupcias de sensaciones y de recuerdos ; flota un anhelo de gozo, lejos de la realidad ; y ese anhelo dilata el' corazón, baja de las estrellas, se expande en el perfume, vuela en la brisa, canta en la fuente.

La fuente no es una : los canales comunican sus legiones, y, fecundos, tejen red de murmu- rios, dicen querellas informes, cuentan los mi- nutos, acarician las ideas, y prestan alas a los sueños.

Más allá del jardín, un mar inmóvil de casas, con algunos velarios no recogidos, y muchas pal- . meras enhiestas en los atrios, se tiende hasta el Hipódromo y el Circo reforzando las sombras de las murallas. El hermano de las jóvenes con- vierte los ojos a la ciudad, mientras ellas escru- tan las bellezas siderales.

—¡ Ah! la atmósfera de Jerusalén—exclama —>oprime con su bullente templo, y sus sacrifi- cios cruentos, y su olor a sangre, y la discusión perpetua de sus doctores.