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— 193 — realizada : el triunfo de su ideal, confiado a Josué y a los sacerdotes. ¿Sintió el agonizante un estremecimiento al vislumbrar el monte de Jericó? Desde esa cumbre de penitencia, Cris- to iba a descender, para perseguir en el mun- do, con dulzura, caridad, perdón, amor, la obra que él no pudo terminar en su raza con el rayo y la violencia. Shure, sin esfuerzo, en un rapto de su espíritu esotérico, ha podido imaginar a Moisés, saludando a su paso por las esferas su- periores, la imagen ya angélica del futuro Na- zareno... Echamos una última mirada a las ci- mas que los profetas apostrofaron, como a hom- bres, creciendo en estatura como montes. To- das las cadenas están envueltas en la sombra. Jericó empieza a dormir: se sienten las cam- panillas de los hatos en la prisión de los apris- cos. La noche sigue templada. En la serenidad se respira una caricia del aire. El día, semejan- te a un varón justo, gloria de los patriarcas, ha muerto bendiciendo a su posteridad, sus tierras y sus ganados. La luna transparente se eleva como plegaria de los horizontes; y el cielo es infinita tienda, que las estrellas, con broches de luz, suspenden sobre el invisible cadáver y el reposo de las montañas. VISIÓN.—13