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te platíneo, el antiguo lago Asfaltites, Sus aguas vencen la amargura del océano, y el viento no riza la pesadez de su onda aplastada. La vegetación no alegra sus proximidades, y como árbol único, tiene, al decir de la leyenda, el manzano, de frutos de ceniza. Mata los peces. Sus entrañas, en vez de bancos de corales, albergan los despojos de Sodoma, Gomorra y Seboin. Por sus aires no cruzan las aves. Es el Mar Muerto. Pero en este momento el sol choca en su superficie como en un mármol duro; intensa vida lo anima; y a tanta distancia casi enceguece el estallar parpadeante de sus espejos.

Avanzamos. La senda se empina, rápida, hacia un llano. En él se reunían las caravanas de otro tiempo, para ordenarse y marchar en peregrinación, a Jerusalén. Los muros de la vecina ciudad, recordaban los ilustres caidos entre el estruendo de las trompas de Josué; y, embriagada por las rosas, en la época de Jesús, se enorgullecía también con su hipódromo y su anfiteatro. Ahora nos cuesta: creer que es ella: un grupo de chozas y algunas casas, rodean un hostal: estamos en la nueva Jericó.