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La silla de sus cabalgaduras se asemeja a nuestro recado ; pero la alfombra sobre que se sientan cubre toda la graupa. Desde su toca, prendida a la doble risca negra de sus cabellos, cae un pañuelo hasta los hombros. La túnica les flota al viento. Por las perneras, abombachadas, se escapan flecos blancos de calzancillos. Llevan ocultas las pistolas en el cinto, al hombro, terciado, el fusil, y en vainas de huesos, corvas, resaltan las empuñadoras negras de aceradas cimitarras. Cuando nos piden en un caravanserrallo unas piastras, nos extraña su balbumciente francés ; habíamos creído que, al inclinarse y llevarse la mano a la cotca, iban a decir : «mi patrón».

La venta está vecina a la Fuente de los Apóstoles. En el Antiguo Testamento se la llama Fuente del Sol. El libro de Josué la cita cual límite de las tribus de Benjamín y Judá. En sus aguas se lavaban los rebaños. Los discípulos del Señor, que tantas veces fueron de Jerusalén a Jericó, se detenían a su borde como los actuales peregrinos. Por eso se le da su nombre, aunque ningún hecho principal la distinta. La vaguedad de sus memorias la rodea de mayor encanto : la imaginación se complace en oír al