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JERICÓ Y EL JORDÁN

Nos acompaña en el viaje una escolota de beduínos. El territorio, sino en realidad, les pertenece en ficción : pagando a guías de la tribu se paga indirectamente un tributo, cosa necesaria para no exponerse a molestas aventuras. Desfilamos entre montañas, y ellos nos traen el recuredo de nuestras pampas. Nada más parecido a nuestros gauchos que estos lejanos abuelos suyos : la misma vivacidad pintoresca de espíritu, igual malicia, parecida esbeltez. Adoran su caballo, y, jinetes inquietos, en cuanto tienen un claro, se lanzan al galope con natural arrogancia. A veces les perdemos de vista. De pronto, apareciéndose violentos, son Santos Vegas que buscan al diablo en las regiones donde fué vencido.