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LA FUENTE DE LOS MAGOS
Cae el sol más allá del Monte Nebo, y del Mar Muerto. Al pie de Bethleem sonríe el oasis de Booz, y la mente escucha el inefable vibrar del arpa de David. Los labriegos sacuden la , pereza ; los rebaños tornan a los apriscos ; los segadores levantan las espigas de Ruth ; la ven- tura inconsciente de la fecundidad, presta a los ojos lumbre, y a las palabras vida.
El crepúsculo acaricia piedras, árboles, caba- ñas ; las cosas lo visten con amor, y así, cada una resplandece pensativa como una tarde. La melancolía es tan dulce, el aire tan ligero, el perfumar de las cebadas tan penetrante, la me- ditación de las siluetas tan serena, que el cristal azul de la alucinación se dispone a convertir los guijarros en rosas. He aquí la fuente de los Ma- gos. Parece concentrar las luces moribundas, los celajes encendidos, las voces de los pastores, el
