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trella milagrosa. ¡La estrella milagrosa ! Con- junción, según lKépler, de dos planetas, Júpiter y Saturno; los magos, escrutadores del cielo, la descubrieron insomnes. Mas iba contra la, re- volución de los astros, al indicar el camino : así, la explicación astronómica de un fenómeno que sucede cada ochocientos años, no coincide con el prodigio. Deteniéndose a cierta altura, pien- sa Le Camus, evoca la columna de fuego guia- dora de los israelitas en el desierto: quizá la velan solamente los tres viajeros con los ojos de la Gracia y la virtud de la Fe.
Estos, de la gran familia científica de Caldea, hijos de las creencias de Zoroastro, esperaban la muerte del Mal y el triunfo del Bien por la, re- dención de Sosiosh. El cautiverio de los judíos en Babilonia les sugirió, además, la esperanza del Mesías de Israel. No ignoraban ninguna re- ligión, estudiaban los libros santos, y ante la estrella, se acordaron de la profecía de Balaam. Se pusieron en marcha ; y en la Judea no pre- guntaron si Jesús había nacido, sino dónde le habían puesto : su fe era absoluta. Nada en la Biblia vive más que los Magos. Abraham es ve- nerable, Moisés impone con su genio, David cautiva con su arpa, Salomón deslumbra con sus
