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BETHLEEM

A la entrada del pueblo nos muestran, den- tro de un jardín, las tres cisternas de David. De- jemos hablar a Samuel en su Libro 1 :

«David entonces residía en la fortaleza, y la guarnición de los filisteos en Bethleem. Y tuvo deseo, y exclamó : ¡Quien me diese a beber agua de la cisterna de Bethleem que está en la puerta !

Entonces tres de su valientes rompieron por el campo enemigo, y sacaron agua de la cister- na, y trajéronla a David : mas él no la quiso be- ber, sino devolverla a Jehová, diciendo : Lejos sea de mi ¡oh Jehová! que yo haga esto. ¿WHa- bía de beber yo sangre de los varones, que fue- ron, con peligro de su vida ? Y no sació su sed...» Las cisternas perduran, pero los brocales son