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— 1298 — mezquita de Omar : testigos, cual los profetas, de las pompas y duelos de todos los reinos y de todas las religiones: siempre fueron nobles y hoy se sobreviven misteriosos. Más dueños de la región muda que el hombre, la cruzan, mon- tados por el judío o el pastor árabe. Sus guiado- res no evocan el esplendor de los tronos ni las maravillas del antiguo verbo ; pero ellos tienen una como realeza dormida. Son bestias somnám- bulas, y sus ojos se acuerdan. Miran los hori- zontes eternos, con chispas de lumbre avizora, y a los seres fugitivos, con indiferencia brumosa. Abstraídos al marchar, revisten la grandeza del espiritu solitario, que, fuera de la multitud, siente el concierto de las armonías interiores ; y en su silencio abismante pasan enigmáticos, alejándose, sagrados, cual si supieran el secreto de los montes.

En tanto, descendemos la senda para volver a subir. Las hortalizas empiezan a animar la ruta, entre muros siempre roqueños y entre plantas siempre grises. Después, esqueletos de árboles semejan sombras endurecidas con apa- riencias de horcas, y ostentan.en su amoratado fulgor, como el matiz de su propio frío. Alguna exigua fuente refleja estos esqueletos sin aña-