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mantes, del Pegú con una estrella. pulverizada de rubíes, de Siam con un bosque pulverizado de aromas ; toda la visión del antiguo reino ilumina siniestramente los estanques, que con las aguas parleras del cielo interrogan a los mudos montes de la tierra: «¿Por qué ha tratado el Señor así a este país y a esta casa ?»

Las evocaciones de esplendor y de fuerza se unen a imágenes de amor y de gracia. El manantial que animó las flores del «Huerto Cerrado» linda hoy mismo con «La Fuente Sellada». Muy cerca, a un paso, la fuente dice : «Vivo en Judea, pero mi acento se dilata en la voz de la Biblia» ; y de la roca de dos grutas miserables fluye el agua, que ríe y canta en la imaginación del mundo. «Jardín cerrado eres, hermana mía ; fuente sellada, esposa mía. Selva donde los granados se mezclan al cipro, el cipro al nardo, el nardo al azafrán, y la canela y el cinamomo a la mirra y al áloe. Fuente eres en el jardín, manantial de agua viva, arroyo impetuoso del monte Líbano. Retírate, Aquilón, y ven tú, ¡oh! Austro, a soplar en mi huerto, y espárzanse sus aromas por toda la, tierra.»

En toda la tierra, ¡ sí! han perfumado las brisas de los versículos. Ningún poema se sometió