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16: Después el rey Josías puso fin a los sacrificios destruyendo a la ciudad y a la proterva es- tatua.

Mientras miramos la garganta profunda, nos asalta la visión de una de las páginas más plás- ticas de Flaubert. Sacudimos, al pensar en este contemporáneo, el recuerdo de los documentos que nos lo animan en Croisset o en París; y el cuadro de los holocaustos de Moloch, surge im- personal, como no escrito por nadie, real y pal- pitante, pintoresco y trágico, fragmento gran- dioso de una epopeya bárbara.

Un paso más y los pensamientos cambian amte el monte del «Mal Consejo». La tradición coloca en su pendiente la Casa de Campo de Caifás, donde se decidió la muerte de Jesús. En la cumbre de la colina crece un árbol her- moso : su cúpula verde señala el lugar del sui- cidio de Judas.

Transcendemos la planicie de Rephain, teatro de los combates narrados por Samuel en su Li- bro 11, entre David y los filisteos.

El camino sube, hasta una cisterna, llamada de los Reyes Magos, como la que éncontraremos en Bethleem. Dice San Mateo : «Habiendo oído a Herodes, se fueron, y la estrella de Oriente