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VALLE DE JOSAFAT

Jerusalén, ciudad de la desolación y la tristeza, vive en torno de un sepulcro de gloria que es su alma. Desde la roca de Jeremías al sarcófago de David se camina entre tumbas. Las grutas de las meditaciones son tenebrosas. Las calles parecen largas cavernas de claustros. Caído el día, Jerusalén se antoja un desierto. Las sombras, apenas alumbradas, pesan como los muros. No hay ni un solo café alegre. Un organillo de ciego produciría estupefacción. Un teatro sería más difícil de obtener que realizar un sueño de Aladino. Los que divierten a su público contando historias, trovadores sin cantares, avivan en vano la imaginación entre los ceñudos baluartes y los húmedos edificios. La ciudad está llena de odios : las sectas, reuniéndose, en nom-