monárquico con un príncipe europeo de buena familia á la cabeza.
La caída del último Directorio fué la señal de una evolución orgánica del pueblo argentino, pues aun cuando pareció prevalecer el interés local de las provincias, y aun de las ciudades sobre los intereses generales de la nación, estos se mantuvieron palpitantes, sin embargo, en cada uno de los miembros dispersos, pero no disueltos, que la componían. Buenos Aires, poniéndose entonces al frente de la organización provincial, como antes se había colocado á la cabeza de la revolución armada, inició un periodo de reformas que es célebre en la historia de la República. Fatigada la sociedad de las convulsiones de 1820, confió su suerte á dos notables políticos, don Bernardino Rivadavia y don Manuel José Garcia, quienes echaron los cimientos de la reorganización de la provincia respondiendo á las nuevas exigencias sociales y al