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que se os presentarán, tened cuidado de no emprender aquellos que tengan algun peligro, ó que puedan perjudicar á los otros. Estad sobre vos mismo en aquellos que podreis manejar, dirigiéndolos con prudencia y cuidado; de este modo, rara vez tendreis que arrepentiros, ó de haber emprehendido un negocio con temeridad, ó de haberlo conducido mal.

LXXX.

Mantener el amor y la concordia en la familia, hacer reynar la virtud entre aquellos que nos están sometidos, es gobernar, en efecto, es exercer una magistratura útil y gloriosa. ¿Para qué, pues, buscar una magistratura pública? ¿Es solo por verse condecorado con el título de Magistrado?

LXXXI.

Yo no sé para qué puede ser bueno el hombre sin fé, que engaña con sus discursos, y falta á sus convenios. No puede confiarsele un empleo público, y es necesario desconfiar de él en los negocios particulares.

LXXXII.

En vez de esos numerosos servicios, de esos manjares exquisitos que os presentan con fausto, y á veces con disgusto, yo querria mas bien en la mesa la frugalidad de nuestros antepasados, y el amor, la concordia, los miramientos mutuos de los convidados. En las pompas fune-