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sí mismo escrupulosamente, y ligeramente á los otros.

LXXII.

Repasad continuamente en vuestra memoria, y meditad lo que habeis aprendido antiguamente; sacad de ello consequencias y principios nuevos, y así adquiriréis grandes luces, y mereceréis el instruír á los otros.

LXXIII.

El sabio no es un vaso que solamente se emplea en algunos usos, porque adornado de gran número de qualidades diversas, es tambien propio para las mayores cosas.

LXXIV.

Él establece con su conducta los principios que intenta dar á los otros, y así los instruye con su exemplo. Él obra desde luego, y seguidamente enseña. El filósofo reprehende con su silencio al discípulo á quien la naturaleza ha prodigado una demasiada verbosa eloqüencia.

LXXV.

Qualquiera que obra siempre, y jamás medita, acabará por perder su trabajo; y el que siempre medita y nunca obra, se verá sujeto á errar. Exercitarse es en efecto estudiar y aprender; pero sino se medita lo que se estudia, y se hacen sobre ello freqüentes reflexîones, se conseguirá solo una erudicion tenebrosa, tan estéril como la ignorancia.