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era este mortal soberbio, que abrumaba á sus vasallos á los ojos del sabio.

Él no debió aborrecer las letras: un sabio fué el encargado de su educacion, y otro tal era su Ministro. Pero los letrados indignados de su tiranía, citaban sin cesar contra él máxîmas y exemplos sacados de los libros clásicos, y parecia que la idea de apoyarse sobre estas autoridades, era la de excitar al pueblo á un levantamiento.

Este Príncipe habia mirado con desprecio la fuerza de un pueblo entero: algunos libros escritos desde varios siglos, y que censuraban indirectamente su conducta, le parecieron temibles, y en conseqüencia los condenó todos al fuego. Los de Confucio fueron buscados con mas severidad y diligencia que los otros; sea que su moral mas austéra ofendiese demasiado á este Príncipe corrompido, ó sea que la autoridad del escritor se los hacía mas odiosos. Los libros que trataban de medicina, de agricultura, de astrología judiciaria, fueron los solos respetados.

Las letras parecian proscritas para siempre; pero el Emperador murió; su hijo fué asesinado despues de un reynado bien corto, y con él se extinguió la dinastía de los Tienes. Los Soberanos de la siguiente dinastía hicieron juntar todos los libros que pudieron recogerse. Se hizo una coleccion de ellos: se recogieron con el mayor cuidado varios fragmentos medio quemados; se re-