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MIGUEL DE UNAMUNO

Rizal fué condenado á muerte; pero aun faltaba otro acto, y es el de la conversión. La espada cumplió su oficio —un oficio para el que no sirve la espada;— faltaba al hisopo cumplir el suyo, un oficio también para que el no sirve el hisopo.

Veamos la conversión.


VII
LA CONVERSIÓN

Rizal, educado en el catolicismo, no llegó á ser nunca en rigor un librepensador, sino un librecreyente. Á los jesuítas que le visitaron cuando estaba en capilla les pareció un protestante, y de protestante ó simpatizador del protestantismo, así como de germanófilo fué tratado más de una vez.

Entre nosotros, los españoles, apenas hay idea de lo que el protestantismo es y significa, y el clero católico español es de lo más ignorante al respecto. No hay nada más disparatado que la idea que del protestantismo se forma un cura español, aun de los que pasan por ilustrados. Hay muchos que se atienen al libro, tan endeble y pobre, de Balmes, y quienes repiten el famoso y desdichado argumento de Bossuet.

Ayuda á corroborar y perpetuar este concepto lo que oyen á los protestantes ortodoxos con quienes tropiezan, á los protestantes de capilla abierta, á los pastores á sueldo de alguna Sociedad Bíblica, porque la ortodoxia protestante es más mezquina y pobre, más raquítica que la católica, y es lamentable el culto supersticioso que rinde al Libro, á la Biblia, en su letra muerta.

Así como hay quienes no comprenden que haya darwinistas más darwinistas que Darwin, así hay también quienes no comprenden ó no quieren comprender que haya luteranos más luteranos que Lutero, es decir, espíritus que hayan sacado al principio especifico del protestantismo, á aquello que le diferenció y separó de la Iglesia católica, consecuencias que los primeros protestantes no pudieron sacarle y aun ante las cuales retrocedieron. Porque una doctrina que se separa de otra tiene de esta otra de que se separa más que de sí misma, y en su principio lo que el protestantismo tenía de común con el catolicismo era mucho más que lo específico y diferencial suyo.

El protestantismo proclamó el principio del libre examen y la justificación por la fe —con un concepto de la fe, entiéndase bien, distinto del católico,— y hasta cierto punto el valor simbólico de los sacramentos; pero siguió conservando casi todos los dogmas no evangélicos, y entre ellos el de la divinidad de Jesucristo, debidos á la