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EPÍLOGO

en el astillero tiene ya su dotación completa, y allí el comandante manda más que el ingeniero naval. Me decía un médico de la Armada en cierta ocasión: «¿Usted creerá que al entrar un buque en fuego y tener que jugar la artillería, la maniobra estará supeditada á lo que el oficial de artillería ordene? Pues no, señor; allí manda el comandante. Y si no se les ocurre curar á los heridos ó decir misa, es porque desdeñan estas funciones.»

Y así en todo en la milicia. Los combatientes, aquellos cuya función propia es pelear, desdeñan á los Cuerpos auxiliares; pero éstos, los auxiliares, tratan siempre de asimilarse á aquéllos, aunque acaso también desdeñándolos. Aquello del desdén con el desdén es una fórmula genuinamente española.

Los letrados que intervinieron en el proceso de Rizal lo hicieron como militares, y como militares, influídos por aquellos desdichados frailes y sus similares, dominados por el miedo.

A la luz de estas consideraciones dolorosísimas hay que leer la vergonzosa acusación contra Rizal, y el dictamen y el informe. Cierto es que la defensa del Sr. Taviel de Andrade es un documento de serenidad y de juicio; pero ¡qué obligada timidez en ella! Hay, de todos modos, que salvar al defensor; el miedo no hizo en él tanta presa.

El pobre auditor Sr. Peña se metió á juzgar de la capacidad intelectual del acusado, y esto me recuerda las tonterías del magistrado que al absolver la Madame Bovary, de Flaubert, se metió á juzgar de su mérito literario, lo que le valió aquel soberano ramalazo del gran novelista, que no podía consentir que un magistrado vulgar se metiese á crítico desde su sitial de administrar justicia.

Es natural que en el ambiente de miedo que se respiraba en Manila en los días del proceso de Rizal fuera difícil evadirse del contagio. Hay que leer en este libro cómo los que se llamaban ministros de Cristo predicaban el exterminio. Es su costumbre; quieren meter la fe, ó lo que sea, en las cabezas de los demás rompiéndoselas á cristazos.

Repito que fué España la que fusiló á Rizal. Y si se me dijese que aquí no se fusila ya por ideas y que aquí no se habría fusilado á Rizal, contestaré que es cierto, pero es porque aquí estamos más cerca de Europa. Y Europa, además, cuando se trata de atropellos que una nación comete en sus colonias, se encoje de hombros, pues ¿cuál de sus naciones está libre de esta culpa? La ética de una nación europea es doble y cambia cuando se trata de colonias.

Y todo ello lo sancionó el general Polavieja, cuya mentalidad correspondía, según mis informes, por lo rudimentaria, á lo rudimentario de la inteligencia colectiva que bajo la presión del miedo dictó aquel fallo.