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MIGUEL DE UNAMUNO

los meció aquel hombre singular, todo poeta, que se llamó Sabino Arana, y para el cual no ha llegado aún la hora del completo reconocimiento. En Madrid, en ese hórrido Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó á broma ó á rabia, se le desdeñó sin conocerle ó se le insultó. Ninguno de los desdichados folicularios que sobre él escribieron algo conocía su obra, y menos su espíritu.

Y saco á colación á Sabino Arana, alma ardiente y poética y soñadora, porque tiene un íntimo parentesco con Rizal, y como Rizal murió incomprendido por los suyos y por los otros. Y como Rizal filibustero, filibustero ó algo parecido fué llamado Arana.

Parecíanse hasta en detalles que se muestran nimios y que son, sin embargo, altamente significativos. Si no temiera alargar demasiado este ensayo, diría lo que creo significa el que Arana emprendiese la reforma de la ortografía eusquérica ó del vascuence y Rizal la del tagalo.

Y este indio fué educado por España y España le hizo español.


IV
EL ESPAÑOL

Español, sí, profunda é íntimamente español, mucho más español que aquellos desgraciados —¡perdónalos, Señor, porque no supieron lo que se hacían!— que sobre su cadáver, aún caliente, lanzaron, como un insulto al cielo, aquel sacrílego ¡viva España!

Español, sí.

En lengua española pensé, y en lengua española dió á sus hermanos sus enseñanzas; en lengua española cantó su último y tiernísimo adiós á su patria, y este canto durará cuanto la lengua española durare; en lengua española dejó escrita para siempre la Biblia de Filipinas.

«¿A qué venís ahora con vuestra enseñanza del castellano —dice Simoun en El Filibusterismo,— pretensión que sería ridícula si no fuese de consecuencias deplorables? ¡Queréis añadir un idioma más á los cuarenta y tantos que se hablan en las islas para entenderos cada vez menos!…

»Al contrario, repuso Basilio; si el conocimiento del castellano nos puede unir al Gobierno, en cambio puede unir también á todas las islas entre sí!»

Y este es el punto de vista sólido.

Cuando los romanos llegaron á España, debían de hablarse aquí tantas lenguas por lo menos como en Filipinas cuando allí arribó mi