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EPÍLOGO

que Portugal ó Albania, no puede tolerarse que el más bruto y el más inculto de los ingleses se crea superior al más inteligente y culto de los portugueses ó albaneses, ¿no es así?» Y como el hombre asintiera, concluí: «Pues bien: usted figura en Inglaterra, por las pruebas que hoy está dando, en lo más bajo de la escala de cultura, y yo en España, lo digo con la modestia que me caracteriza, en lo más alto de ella; de modo que hemos concluído, porque de mí á usted hay más distancia que de España á Inglaterra, sólo que en orden inverso.» Y esto creo que pudieron decir no pocos indios y mesticillos vulgares á los graves y cogolludos padres que los desdeñaban.

Léase en la página 35 de este libro cómo Rizal estuvo en 1880 por primera vez en el palacio de Malacañang por haber sido atropellado y herido en una noche oscura por la Guardia civil, porque pasó delante de un bulto y no saludó, y el bulto resultó ser el teniente que mandaba el destacamento. Y relaciónese este suceso con la traducción que hizo Rizal más tarde al tagalo del drama Guillermo Tell, de Schiller, en que se apresa á Tell por no haber saludado al bastón á que coronaba el sombrero del tirano Gessler.

Todas estas humillaciones herían aquella alma sensible y delicadíma de poeta; no podía sufrir las brutalidades del blanco zafio y nada soñador, de los Sansones Carrascos que por allá caían, de aquellos duros españoles heñidos con garbanzo ó con borona.

Y todo el sueño de Rizal fué redimir, emancipar el alma, no el cuerpo de su patria. ¡Todo por Filipinas! Escribía al P. Pastells, jesuita, á propósito de la causa á cuya defensa dedicó sus talentos: «La caña, al nacer en este suelo, viene para sostener chozas de nipa y no las pesadas moles de los edificios de Europa.» Pensamiento delicadísimo, cuyo alcance todo dudo mucho que comprendiera el P. Pastells ni ningún otro jesuíta español. Y éstos eran allí de lo mejorcito…

Rizal no pensó nunca sino en Filipinas; pero tampoco Jesús quiso salir nunca de Judea, y dijo á la cananea que había sido enviado para las ovejas perdidas del reino de Israel tan sólo. Y de aquel rincón del mundo, en el que nació y murió, irradió su doctrina á todo el orbe.

Rizal, la conciencia viva filipina, soñó una antigua civilización tagala. Es un espejismo natural; es el espejismo que ha producido la leyenda del Paraíso. Lo mismo ha pasado en mi tierra vasca, donde también se soñó en una antigua civilización euscalduna, en un patriarca Aitor y en toda una fantástica prehistoria dibujada en nubes. Hasta han llegado á decir que nuestros remotos abuelos adoraron la cruz antes de la venida de Cristo. Pura poesía.

En esta poesía mecí yo los ensueños de mi adolescencia, y en ella