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EPÍLOGO

actos externos de la propia vida, es muy conveniente una cierta pobreza imaginativa, y, por otra parte, los grandes valerosos del pensamiento, los espíritus arrojados en forjar ideas y apurarlas en sus consecuencias ideales y teóricas, rara vez son hombres de voluntad enérgica para los actos externos de la vida. Galileo, tan heroico en el pensar, fué débil ante el Santo Oficio. Y así es lo corriente y muy verdadera la psicología del maestro de Le Desciple, de Bourget. Estúdiese, si no, la vida de Spinoza, la de Kant, la de tantos otros pensadores heroicos.

Rizal, el soñador valiente, me resulta una voluntad débil é irresoluta para la acción y la vida. Su retraimiento, su timidez, atestiguada cien veces, su vergonzosidad, no son más que una forma de esa disposición hamletiana. Para haber sido un revolucionario práctico le habría hecho falta la mentalidad simple de un Andrés Bonifacio. Fué, creo, un vergonzoso y un dubitativo.

Y estos héroes interiores, estos grandes conquistadores del mundo íntimo, cuando la acción les arrastra, aparecen héroes también, héroes por fuerza, de la acción. Leed sin prejuicio la vida de Lutero, de aquel gigante del corazón, que nunca pudo saber adónde le arrastraba su sino. Era un instrumento de la Providencia, como lo fué Rizal.

Rizal previó su fin, su fin glorioso y trágico; pero lo previó pasivamente, como el protagonista de una tragedia griega. No fué á él, sino que se sintió á él arrastrado. Y pudo decir: ¡Hágase, Señor, tu voluntad y no la mía!

Es la historia misma de tantos hombres providenciales que cumplieron un destino sin habérselo propuesto, y que, encerrados en sí, construyendo sus sueños para dárselos á los demás como consuelo y esperanza, resultaron caudillos.

Dice en alguna parte Retana que Rizal fué un místico. Admitámoslo. Sí, fué un místico, y como tantos místicos, desde su torre de estilita, con los ojos en el cielo y los brazos en alto, guió á su pueblo á la lucha y á la vida.

Rizal fué un escritor, ó, digamos más bien, un hombre que escribía lo que pensaba y sentía. Y como escritor es como hizo su obra.


II
EL ESCRITOR

En este libro se hallarán juicios de Rizal como escritor; en él se le examina como literato.

Hay que hacer notar ante todo, y Retana no lo omite, que Rizal