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MIGUEL DE UNAMUNO

Lázaro fué uno de los cariños de Rizal; lo aseguro yo que fui discípulo de D. Lázaro y que he leído el diario y las obras de Rizal.

Y lo merecía aquel nobilísimo y rudo maragato, aquella alma de niño, aquel santo varón que fué D. Lázaro, cura secularizado. ¡Si todos los españoles que conoció Rizal hubieran sido como D. Lázaro…!

En aquellos claustros de la Universidad Central debimos de cruzarnos, digo, el tagalo que soñaba en sus Filipinas, y yo, el vizcaíno, que soñaba en mi Vasconia. Románticos ambos.

Tiene razón Retana al decir que Rizal fué siempre un romántico, entendiéndose por esto un soñador, un idealista, un poeta en fin. Sí, un romántico, como lo son todos los filipinos, según el Sr. Taviel de Andrade.

Ni fué toda su vida otra cosa que un soñador impenitente, un poeta. Y no precisamente en las composiciones rítmicas en que trató de verter la poesía de su alma, sino en sus obras todas, en su vida sobre todo.

Amó á su patria, Filipinas, con poesía, con religiosidad. Hizo una religión de su patriotismo, y de esto hablaré luego. Y amó á España con poesía, con religiosidad también. Y esto hizo que le llevaran á la muerte los que no saben quererla ni con poesía ni con religión.

«Quijote oriental» le llama una vez Retana, y está así bien llamado. Pero fué un Quijote doblado de un Hamlet; fué un Quijote del pensamiento, á quien le repugnaban las impurezas de la realidad.

Sus hazañas fueron sus libros, sus escritos; su heroísmo fué el heroísmo del escritor.

Pero entiéndase bien que no del escritor profesional, no del que piensa ó siente para escribir, sino del hombre henchido de amores que escribe porque ha pensado ó ha sentido. Y es muy grande la diferencia —sobre que llamó la atención Schopenhauer— de pensar para escribir á escribir porque se ha pensado.

Rizal era un poeta, un héroe del pensamiento y no de la acción sino en cuanto es acción el pensamiento, el verbo, que era ya en el principio, era con Dios y era Dios mismo, y por quien fueron hechas las cosas todas según el Evangelio.

Dice Retana que cuando, de vuelta Rizal á Manila en 1892, se metió en política, fundando la Liga, el «místico lirista» se convirtió en trabajador en prosa, y el pendant de Tolstoi en un pendant de Becerra. Quizás con ello prestó mayor servicio á la causa filipina; pero su figura se amengua, añade. Y el Sr. Santos le sale al paso á Retana con unas consideraciones que el lector puede leer en la nota (312), página 252 de la presente obra.

Los héroes del pensamiento no son dueños de su acción; el viento del Espíritu les lleva adonde ellos no pensaban ir. Para dominar los