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W. E. RETANA

Quizás en tu ostracismo voluntario
Juzgabas que era empeño temerario
Manumitir nuestra oprimida raza.
Mírala hoy: es virgen arrogante,
Que con la augusta Libertad, tu amante
En un amplexo fraternal se enlaza.

Caíste, como fruta ya amarilla;
Pero cayó contigo la semilla.
Ya es una planta vigorosa; el germen
Ha medrado en el surco de la senda,
Y libres ya de la mortal contienda
Bajo su sombra tus hermanos duermen.

¡Duerme en paz en las sombras de la nada,
Redentor de una Patria esclavizada!
¡No llores de la tumba en el misterio
Del español el triunfo momentáneo:
Que si una bala destrozó tu cráneo,
También tu idea destrozó un imperio!

¡Gloria á Rizal! Su nombre sacrosanto,
Que con incendios de Thabor llamea,
En la mente del sabio es luz de Idea,
Vida en el mármol y en el arpa canto.

Él enjugó de nuestra Patria el llanto;
Su verbo fué la vengadora tea
Que encendió en el fragor de la pelea
Los laureles de Otumba y de Lepanto.

¡Reverénciale, oh Pueblo redimido!
Llanto del corazón vierte afligido
Por el amargo fin del gran Patriota;

Y hoy que en los aires la tormenta zumba,
¡No salga ni un quejido de su tumba
Al verte, oh Pueblo, nuevamente ilota!

Cecilio Apóstol.

Manila. 30 Diciembre 1898.


¿Vase comprendiendo, aun por los más rehacios á reconocer los méritos de Rizal, cuán grande y funesto error fué su fusilamiento? Quítesele á Rizal la aureola del martirio, y ¿qué duda cabe de que su glorificación no habría llegado á los extremos que la realidad nos muestra? Todos los países tienen su Ídolo; mas ninguno tiene un mayor ídolo que Filipinas. Antes desaparecerá de los Estados Unidos —¡y ya es decir!— la memoria de Washington, que de Filipinas la memoria de Rizal. No fué Rizal, como médico, un Mariani, ni como dibujante un Gustavo Doré, ni como poeta un Goethe, ni como antropó-