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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

rias veces; y, sin embargo, volvió siempre al buque, prosiguiendo su viaje a Barcelona.

La última razón vale por todas. Medítense bien las apuntadas, y á la verdad, ¡resulta inconcebible la pena de muerte! ¡Por algo la crítica internacional ha calificado tan duramente la ejecución de Rizal!

Rizal fué un victima de todo un conjunto de fatalidades: de la jurisdicción, del noviciado de Polavieja en Filipinas, de la ignorancia de los españoles que informaban la opinión, de la falta de piedad de los frailes, y principalmente de sus propios paisanos, algunos de los cuales le encartaron cobarde é injustamente en el gran proceso de la Revolución[1]. Estaba de tal suerte la opinión pública en contra de Rizal (y entiéndase por opinión la de los peninsulares, porque los insulares no podían exteriorizar la suya), que hablando yo, no hace mucho, con uno de los más conspicuos funcionarios del Estado que en Diciembre del 96 se hallaban en Manila, le dije:

—El general Blanco no hubiera decretado el fusilamiento de Rizal.

—¿Que no? —replicóme con viveza.

—¡No! —repuse en el acto.— Estoy autorizado para decirlo.

—Pues si Blanco no lo fusila, nosotros, los voluntarios, hubiéramos embarcado á Blanco para España… ¡y fusilado á Rizal!


¿Quiere medirse toda la transcendencia de ese fusilamiento? Óigase lo que ha escrito el Sr. P. Cobarrubia, bajo el título Á Rizal:

«Tu muerte es la vida de tu pueblo, y la vida de tu pueblo es la muerte de tus perseguidores»[2].

Necesitaríanse algunos libros de gran tamaño para recopilar los pensamientos, frases, poesías, artículos y recuerdos de todo género que los filipmos han consagrado á la memoria de Rizal. Á los pocos días del fusilamiento, el caracterizado político ilocano D. Isabelo de los Reyes escribía[3] en la cárcel de Manila:

«¿Acertó España fusilándole? Todavía se murmura sobre la justicia de su muerte; pero indudablemente hubieran acertado más los españoles perdonándole la vida, pues entonces habría que contrastar su gran popularidad con la magnanimidad española. Al menos, no creo que se haya ganado nada con su muerte. Al contrario, para el observador imparcial, sobre la estrechez de miras y sobre la sequedad


  1. Los que le citaron y encartaron no tuvieron presente el pasaje de Noli me tángere en que se describe el asalto al cuartel y sus consecuencias. Los aprehendidos fueron cruelmente martirizados para que declarasen que Ibarra les había instigado, y ninguno de ellos lo declaró; es decir, ninguno de ellos mintió. —Véase la pág. 118 de la presente obra.
  2. La Patria, periódico citado; número del 29-30 Diciembre 1902.
  3. La Sensacional Memoria, ya citada, páginas 67-68.