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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

nes de adeptos[1], negando la autoridad del Papa; nuevo protestantismo creado al calor del asco á esos frailes, acusados por los admiradores de Rizal de haber prostituído la doctrina de Jesús.


Aquí de la batalla de Lérida. Supongamos por un momento que el Arzobispo y los frailes, desde que Polavieja se encargó del mando (trece días antes de ser sentenciado Rizal), hubieran inclinado el ánimo del nuevo Gobernador en favor del Procesado; que Polavieja hubiera á su vez inclinado el del Ministerio fiscal y el de los españoles que más influjo ejercían en la opinión de la Colonia, teniendo á ésta en la incertidumbre durante muchos días —puesto que cabía en lo posible dilatar el curso del proceso— de si sería ó no condenado á muerte; que, al fin, se le condenara; pero que al salir de la capilla, en vez de llevarlo al lugar de la ejecución, lo hubieran llevado á Malacañang, y que allí Polavieja le hubiera dicho á Rizal:

—España, por mi conducto, le perdona á usted la vida. Tiene usted la responsabilidad moral del movimiento revolucionario que ha turbado la paz de la Colonia. He oído que usted blasona de caballeroso y que protesta de no haber hecho jamás traición á la soberanía de España en Filipinas. Pues bien, señor Rizal; desde este momento queda usted enteramente libre: deseo saber si es usted, como dice, un hombre de honor: un vehículo le dejará en los confines de la provincia de Cavite, plagada de rebeldes; vaya usted á confundirse con ellos: y allí, una de dos: ó usted, con su influencia personal, disuade á los rebeldes (que si se presentan á indulto serán todos perdonados), y en este caso habrá usted demostrado que es, en efecto, un verdadero español, ó se convierte usted en un nuevo insurrecto, en el cual caso, sobre que habrá usted negado ese honor de que blasona, no pierda usted de vista que á mis tropas les importa poco tener enfrente un fusil más, el que usted esgrima… Váyase, pues, á Cavite, y allá veremos por cuál de esos dos términos opta D. José Rizal.

Y, dicho y hecho, á Rizal le ponen en el límite de la provincia de Cavite. ¿Qué habría pasado? Preciso es no conocer á Rizal; al hombre que, esclavo de su honor, ni se fugó de Dapitan, ni, estando enteramente libre en Singapore, cuando iba de Manila á Barcelona, optó por quedarse en Singapore, librándose para siempre de las garras españolas; preciso es no conocer á Rizal para no dar una respuesta inmediata: Rizal habría cumplido como lo que era, como un hombre de honor. En Cavite, ó le matan sus paisanos (que era lo que querían hacer, é hicieron los españoles), ó desarma Revolución. Rizal no


  1. Véanse las Lecturas de Cuaresma para la Iglesia Filipina Independiente, publicación de D. Isabelo de los Reyes: Barcelona, 1906.