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W. E. RETANA

«ministros del Señor», yendo á la capilla á ofrecer sus auxilios espirituales al condenado á muerte, supieron, en cambio, ir al campo de Bagumbayan á refocilarse mentalmente viendo caer al Gran Amante de la Libertad, cohonestando con un mal entendido patriotismo la sed de sangre que les abrasaba… Y mientras Rizal, en la hora suprema, decía á un jesuíta: —«¡Padre; perdono á todos de todo corazón; no tengo resentimiento con nadie!», —los frailes, y si no éstos sus allegados, escribían en La Voz Española:

«Y sólo así, barriendo la mala semilla, segando las mieses secas del campo, se ha de evitar el daño que á sí mismo se han hecho los ignorantes y pérfidos desleales que otros más malvados han lanzado en armas contra la Madre patria, y á quienes á la rebelión y al descreimiento empujaron las protervas doctrinas del médico mestiso chino»[1].

¿Cómo no había de ser fusilado el Dr. José Rizal, si los que encauzaban la pública opinión en Filipinas estimaban que sólo se salvaba España en su colonia malaya barriendo y segando; es decir, exterminando? Desgraciadamente, los españoles no habían acabado de aprender: á pesar de que el sistema del barrido y del segado había dado fatales resultados en todas partes y en todos tiempos, prosiguióse en Filipinas… Y barriendo y segando, al son de la marcha de Cádiz y al grito de ¡viva España!, perdimos aquel hermoso archipiélago, atravesando su corazón en el corazón del mayor de los hombres allí nacidos, el insigne tagalo José Rizal.


  1. La Voz Española: Manila 30 de Diciembre de 1896.