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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

frailes; ni uno solo de éstos había aportado por la capilla con el bálsamo de los consuelos que tanto recomienda el Cristianismo…


LA EJECUCIÓN


(30 de Diciembre de 1896)


La mañana era hermosa, iluminada por los esplendores del sol tropical[1]. Ni una sola nube empañaba el cielo, teñido de un azul misterioso. La transparencia de la atmósfera permitía distinguir perfectamente la silueta de los montes de Cavite y la del islote del Corregidor, á la entrada de la inmensa bahía de Manila. Desde el amanecer, «por las calles, casi desiertas [de la población], empezaron á discurrir hombres uniformados y paisanos, europeos en su mayoría, que se dirigían á la Luneta para presenciar, en aquel Gólgota filipino, el sacrificio del Ídolo de este pueblo que se lanzara desesperadamente á la lucha, pocos meses antes, para reivindicar derechos preteridos… La noche anterior fué pavorosa. Sin duda alguna, ningún corazón filipino que latiera bajo los sombríos techos del caserío de Manila, dejó, aquella noche inolvidable en que estaba en capilla nuestro héroe, de sentirse angustiado, ni labio que dejase de pronunciar una oración… Al lúgubre sonido de las cornetas y al sordo compás de los tambores, fué conducido al sitio señalado para el suplicio. Alta la frente, serena la conciencia y con la sonrisa en los labios, marchaba José Rizal por el camino que iba á terminar en el sitio en que debía morir. Sin duda le fortalecía, en momentos tan supremos, la concepción de la grandeza de su sacrificio…»[2].

«Iba tranquilo, dicen los jesuítas, y con una serenidad y entereza que pasmaba á los hombres de más valor; no iba con arrogancia y altivez, como ha dado en decir alguno; volvió la cabeza varias veces, porque estaba muy sereno…

»—Vamos camino del Calvario, decía á los jesuítas que le acompañaban: ahora se considera bien la Pasión de Cristo. Lo mío es poco;


  1. Para la redacción de este capitulo, tenemos à la vista, amén del opúsculo tantas veces citado Rizal y su obra y de los relatos de los periódicos, algunas cartas particulares. Pero sin duda el relato que acogemos con mayor estimación es el inédito que ha tenido la bondad de dedicarnos el distinguido médico militar, ya retirado, D. Pedro Saura y Coronas, que siguió á Rizal por el paseo de María Cristina hasta el lugar de la ejecución, la cual presenció á cortísima distancia. Las nueve cuartillas con que nos ha honrado el Dr. Saura son de un interés extraordinario, porque aclaran, amplían y rectifican las noticias publicadas.
  2. La Patria, de Manila, número extraordinario del 29-30 Diciembre 1902, dedicado á conmemorar el aniversario del fusilamiento de Rizal.