Página:Vida y escritos del Dr. José Rizal, por Wenceslao Retana.pdf/447

Esta página ha sido corregida
427
VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

enemiga que es de la Iglesia, y como Sociedad prohibida por la misma Iglesia.

»Puede el Prelado diocesano, como Autoridad superior eclesiástica, hacer pública esta manifestación, espontánea mía, para reparar el escándalo que mis actos hayan podido causar, y para que Dios y los hombres me perdonen.

»Manila, 29 de Diciembre de 1896.José Rizal


«Á la una y media se levantó; había dormido un rato, y lo demás del tiempo lo pasó orando y meditando. En aquellas horas ya no era el rebelde racionalista y el rehacio discutidor de antes; era el antiguo Secretario de la Congregación Mariana de Manila; arrodillóse á los pies del P. Vilaclara, y estuvo largo rato confesándose. Luego descansó; meditó; volvió á confesarse; quedó humildemente silencioso. Tan rendido estaba ya aquel corazón antes rebelde, que el P. Vilaclara le leyó extensos actos de fe, esperanza y caridad: los aceptó; y tomando la pluma, después de decir el Credo, los firmó en el mismo librito… Después de firmarlos, se arrodilló Rizal delante del altar; y acompañado de los padres jesuítas, del Juez instructor, Jefe del piquete, Ayudante de la plaza y tres Oficiales de Artillería, todos también arrodillados, espontáneamente fué leyendo con pausa y devoción la protesta que él mismo había firmado, en medio de un profundo silencio interrumpido sólo por la voz del Reo, que confesaba la fe católica. —Los militares estaban pasmados, los Padres profundamente conmovidos; y todos maravillados de aquel espectáculo, tan hermoso y agradable á los ángeles y á los hombres.


»Levantóse Rizal, se confesó por tercera vez, y se sentó: pidió á un jesuíta que le diera el salmo Miserere mei, Deus, y lo fué recitando con pausa y meditando. Recordó las oraciones que siendo colegial en el Ateneo rezaba á la Virgen Santísima, y las rezó íntegras, como también el santo Rosario; él mismo pasaba las cuentas, y rezaba con los ojos bajos ó cerrados. Impusiéronle el escapulario azul. Contaba las pocas horas que le quedaban de vida, y decía que era una misericordia de Dios morir en el patíbulo, porque jamás hubiera muerto mejor asistido. Leía el Kempis, y tenía ansias de comulgar: á las tres en punto empezaba la misa el P. Balaguer. Rizal volvió á reconciliarse. Oyó la misa como cuando era colegial de los jesuítas; comulgó como cuando era congregante mariano; dió gracias, y oyó otra misa, casi toda de rodillas; fué preciso mandarle que se sentara. El tiempo que medió lo pasó leyendo el Kempis y arrodillándose á ratos, espontáneamente, junto al altar. Á eso de las cinco y media