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W. E. RETANA

»—Venga la pluma, Padre; dicte usted lo que sea preciso profesar, y yo lo escribiré. Dígame usted lo que debo expresar.

»Indicando el Padre las ideas, él las iba pensando una por una, y escribiendo con pulso firme y letra clara, añadiendo y quitando algunas frases con aprobación del Padre. Por ejemplo, al decirle: «Me declaro católico, y en esta religión quiero vivir y morir», él intercaló después de la palabra religión: «en que nací y me eduqué», como queriendo hacer constar su educación católica. Siguió el Padre indicando más ideas, y él asintiendo y escribiendo. Llegóse á la detestación de la Masonería, que por la mañana no admitía de ningún modo, y hallaba dificultad en escribir lo siguiente: «Abomino de la Masonería como Sociedad prohibida por la Iglesia.» Porque, según él decía, aunque había conocido masones muy malos, los que trató en Londres, donde él se inscribió, eran, á su juicio, buenas personas, que podían ofenderse. Parecía que en sus adentros quería dar á entender que la Masonería de Filipinas no era opuesta al Catolicismo. En ella, según parece, Rizal era de grado bastante inferior. En fin, preguntó si se podría expresar aquello en otras palabras, para que no se ofendieran con razón aquellos ingleses. Entonces el Padre le propuso que escribiera: «Abomino de la Masonería, como enemiga que es de la Iglesia y reprobada por la misma.» Y dijo: Así yo lo firmo. Éstas eran las últimas batallas del amor propio, que ya se iba rindiendo, pero que quería aún discutir algo, aunque sólo fuera por vana apariencia. Antes de transcribir el texto de la retractación, importa advertir que como al fin del mismo se dijera: «Puede el Prelado diocesano», quiso añadir estas palabras: como Autoridad superior eclesiástica, «hacer pública esta manifestación». Rindiéndose cada vez más, exclamo: «Padre, quiero añadir espontánea y voluntaria mía, porque crea usted que esto lo hago y digo de corazón; que si no, no lo hiciera.»

»—Bien, dijo entonces el P. Balaguer, ponga usted espontánea, que esto basta.

»Acabada de escribir la fórmula, preguntó:

»—¿En qué día estamos?

»Eran las once y media: fechó, pues, el escrito á 29 de Diciembre. Después de firmado, hicieron que el reo se acostara, y durmió tranquilamente un buen rato.

»La fórmula decía así:

«Me declaro católico, y en esta Religión, en que nací y me eduqué, quiero vivir y morir. Me retracto de todo corazón de cuanto en mis palabras, escritos, impresos y conducta ha habido contrario á mi calidad de hijo de la Iglesia. Creo y profeso cuanto ella enseña, y me someto á cuanto ella manda. Abomino de la Masonería, como