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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

obstinada en el error, y que se condena sin poderlo remediar. Usted se precia de hombre sincero; pues crea usted que si dando los Padres la sangre y la vida pudiéramos lograr la salvación de su alma, ahora mismo, sin dudarlo, la daríamos antes que usted.

»—Pero, Padre, ¿qué quiere usted que haga, si no puedo dominar mi razón?

»—Que ofrezca usted el sacrificio de su amor propio; y aunque le parezca á usted que obra contra su razón, pida á Dios que le dé la gracia de la fe. Dios le ofrece la gracia á raudales: basta sólo que usted no la rechace.

»—Pues bien, Padre; esta noche pediré de veras á Dios la gracia de la fe.»

El asedio jesuítico no puede negarse que fué perseverante y eficaz. Pero se nos ocurre: Supongamos por un momento que el 29 de Diciembre de 1896 no hubiera habido en Manila más sacerdotes que frailes, y que media docena de éstos, á ser posible dominicos, los explotadores de Calamba, se hubieran plantado en la capilla con la pretensión de reducir á Rizal: ¿qué habría pasado? Que Rizal no los hubiera querido ver ni un segundo, porque los despreciaba con toda su alma; y hé aquí que Rizal, hubiera muerto tan librepensador como lo fué hasta que, rendido por el asedio del jesuita Balaguer, acabó por entregarse, bajo la influencia del medio, de las circunstancias extraordinarias en que se hallaba, de la visión de la imagen que él, siendo niño, había tallado en el Ateneo…

Continúan los jesuítas:

«Los Padres que asistían al reo dejáronle un rato para que descansara: ya de noche, empezó éste á impacientarse algo, y pidió le confesara el P. Vilaclara. Dijéronle que no podía confesarse sin hacer antes una retractación. Pidió con instancia la fórmula de la misma; pero la fórmula del Prelado todavía no se había recibido en la Capilla. Esperaron, pues. Por la noche quedaron con el reo los PP. Vilaclara y Balaguer; y el P. Viza estuvo también con el H. Tillot, con quien tuvo una entrevista muy tierna y al parecer útil. La fórmula de la retractación fué enviada á la Capilla á las diez de la noche. Aconsejó el Prelado que antes de presentársela le dejaran solo algunas horas para que meditara. Así se habría cumplido. Mas al llegar el escrito no faltó quien diera de ello aviso á Rizal, y como ya estaba ansioso de retractarse, pidió luego la fórmula. No era aún ocasión oportuna; porque aún el reo luchaba interiormente consigo, no estaba aún rendido. Por fin, hubo de presentársele la fórmula enviada de Palacio. Rizal leyó, y aunque iba asintiendo al contenido, como éste era extenso, dijo: