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W. E. RETANA

voluntad. Parecía un novicio fervoroso. Pero observando sus frases y viendo que todo aquello lo podía decir un protestante, á pesar de que el reo pedía confesión, el P. Balaguer le estrechó con preguntas concretas y categóricas, resultando que Rizal no admitía la autoridad de la Iglesia romana ni del Pontificado, y tenía por regla de fe la Escritura interpretada según su criterio, y, en suma, que se guiaba con un criterio protestante al parecer, pero mezclado en realidad con el librepensamiento y un extraño pietismo. Apretado más, vino finalmente Rizal á decir que él se guiaba sólo por su entendimiento, y que no podía admitir otro criterio que el de la razón que Dios le había dado; añadiendo, con una sangre fría capaz de helar la sangre á cualquiera, que así iba á aparecer ante Dios, tranquilo, y que no cambiaría; porque de admitir otro criterio, Dios le reprendería por haber dejado el de la razón pura que le había dado. Manifestábase, pues, resueltamente librepensador.

»Hubo que entrar en discusión para demostrarle lo desatentado de su modo de discurrir. Rizal había leído todo lo escrito por protestantes y racionalistas, y recogido todos sus argumentos. Se discutió el criterio ó regla de fe y la autoridad de la Iglesia. Admitidas éstas, arguyó sobre la Escritura, sobre el disentimiento de San Pedro y San Pablo, sobre el poder de hacer milagros, sobre la pena de muerte y la muerte de Anania y Zafira, sobre la Vulgata de San Jerónimo, el texto griego y la traducción de la versión de los LXX, sobre el Purgatorio, sobre las variaciones de las Iglesias protestantes; mencionó el argumento de Balmes contra ellas, que quería desvirtuar, y sobre todo, discurrir acerca de la extensión de la Redención, etc. El P. Balaguer refutó de una manera contundente y victoriosa todos los argumentos de Rizal, y al fin de esta discusión le atacó de frente, diciéndole que si no rendía su entendimiento en obsequio de la fe, iba á comparecer ante el juicio de Dios, y á ser condenado para siempre con toda seguridad. Al oir esta amenaza, le saltaron las lágrimas, y repuso:

»—No; no me condenaré.

»—Sí, repuso el Padre; irá usted al infierno sin remisión; pues que, quiera ó no quiera usted, extra Ecclesiam catholicam nulla datur salus: la verdad es intransigente en todos los órdenes, y mucho más en el orden religioso.

»Emocionado ante esta increpación, dijo:

»—Mire usted, Padre; si yo por complacer á vuestras reverencias dijese á todo que sí, y firmara todo lo que me presentan, sin sentirlo ni creerlo, sería hipócrita y ofendería á Dios.

»—Ciertamente, dijo el padre jesuíta; y no queremos eso; pero crea usted que es un dolor sin segundo el ver á una persona amada