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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

¡Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores,
Querida Filipinas, oye el postrer adiós!
Ahí te dejo todo: mis padres, mis amores:
Voy á donde no hay esclavos, verdugos ni opresores;
Donde la fe no mata, ¡donde el que reina es Dios!

¡Adiós, padres, hermanos, trozos del alma mía,
Amigos de la infancia en el perdido hogar!
¡Dad gracias, que descanso del fatigoso día!…
¡Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría!
¡Adiós, queridos seres!… ¡Morir es descansar!

¡Ni una palabra de odio para los sentenciadores!… ¡Todo es amor para la Patria y para los suyos!

«También le visitaron (dicen los jesuítas) el Gobernador civil, el Fiscal de S. M., varios oficiales de artillería y algunos otros; quedando todos pasmados de la serenidad que mostraba y que conservó hasta última hora. Le visitaron su madre, septuagenaria, y una de sus hermanas, y besó la mano á su madre.»

Las hermanas de Rizal acudieron á las puertas del palacio de Malacañang, donde esperaron que saliera Polavieja. Salió éste al cabo, y, «deshechas en llanto», «arrojáronse á sus plantas, para pedirle clemencia. El General hubiera deseado que el cumplimiento de inexorables deberes le permitiera identificar la clemencia del gobernante con la piedad de sus sentimientos íntimos»[1]. Rizal, por su parte, desde que entró en capilla no abrigó ni un momento la menor esperanza de ser indultado. Después de todo realizábase su aspiración de morir por la Patria. Así es que aquellas precauciones que se tomaron para evitar que se suicidara[2], no pasaron de lujo de previsión. Puesto á morir, harto sabía Rizal que moría más gloriosamente ante un piquete de soldados, que suicidándose.

«Volvió [al obscurecer] el P. Balaguer á la capilla para tratar de la cuestión religiosa con el reo. Los síntomas eran bien tristes; las esperanzas escasas. Por la mañana, al darle una medalla de la Santísima Virgen, la tomó más bien por cortesía, y dijo con frialdad: Soy poco mariano… Abordada la cuestión religiosa, Rizal comenzó á hablar, con reverencia, de Dios, de Nuestro Señor Jesucristo, del santo Evangelio y de la sagrada Escritura: decía que él hacía oración, y que siempre pedía luz á Dios, porque sólo deseaba cumplir su santa


  1. Telegrama del Sr. Mataix, fechado en Manila á 29 de Diciembre; publicado en el Heraldo de Madrid del día siguiente.
  2. «Están tomadas todas las medidas para evitar que Rizal se suicide.» —Telegrama del Sr. Mataix al Heraldo de Madrid, publicado en la edición de la noche del 29 de Diciembre de 1896.