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W. E. RETANA

á los PP. Miguel Saderra y Mata y Luis Viza. —«Rizal les recibió con mucha cortesía y con verdadero gozo, y después de saludarles pidió un Kempis y un Evangelio, y les manifestó deseos de confesarse»[1]. —No se olvide que los jesuítas habían sido sus maestros desde los diez hasta los diez y seis años, y que Rizal les tenía profunda consideración, tanto por esta circunstancia, como porque veía en ellos la antítesis de los frailes.

Y añaden los autores del opúsculo tantas veces citado:

«Fué también cosa singular que se encontrara en Manila, desde poco tiempo antes, el P. José Vilaclara, antiguo profesor suyo, y el P. Vicente Balaguer, misionero que había sido de Dapitan, á los cuales mandó llamar. Pero más providencial aún parece lo siguiente: Siendo Rizal alumno del Ateneo Municipal de Manila, se entretuvo en labrar con un cortaplumas, en tiempo de recreo, una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. La imagen tiene unos 15 centímetros; es tosca, aunque no muy imperfecta. Quedó dicha imagen en el Ateneo, pero sin ser especialmente guardada, y en circunstancias tales, que lo más natural era que hubiera desaparecido, aunque quiso Dios que se conservara para siempre. Al ser llamados los Padres á la Capilla, recordaron que la imagen era obra de Rizal, y el P. Viza la llevo consigo, para que le recordase su antigua devoción y piedad. […]

»Al llegar á la Capilla los dos primeros Padres [Saderra y Viza], y después de saludarles, el mismo Rizal les preguntó:— Si por casualidad se conservaba aún la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que él había hecho. —El P. Viza, sacándola del bolsillo, le dijo:— Aquí la tiene usted: el Sagrado Corazón viene á buscarle.

»Rizal tomó la imagen y la besó; estuvo en su mesa, delante de sus ojos, las veinticuatro horas de Capilla; y esa imagen fué la última que besó al salir para el patíbulo.

»Aunque era poco menos que visible la acción de la gracia invitando á Rizal para que se salvara, no obstante, se había arraigado en el corazón de aquel infeliz la impiedad de una manera tan fria, calculada y escéptica, que resistió tenazmente á la gracia de Dios, causando no poco dolor á los que con tanto celo deseaban su salvación, durante el día y parte de la noche que precedió á su muerte. El P. Saderra y el P. Viza se retiraron, y les reemplazó un rato el Padre Rosell, quien salió mal impresionado, coligiendo, por lo poco que le oyó á Rizal, que éste era protestante. Volvieron á la Capilla los Pa-


  1. Mientras no se advierta otra cosa, entiéndase que los trozos entrecomillados se toman del opúsculo Rizal y su obra, ya citado, cuyos últimos capítulos fueron escritos precisamente por los jesuitas que le asistieron en la capilla.