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EL DÍA SUPREMO




RIZAL EN CAPILLA


El 29 de Diciembre, muy de mañana, el juez Domínguez acudió á la fuerza de Santiago á comunicar oficialmente á Rizal la sentencia recaída en el proceso. El Secretario leyó íntegramente el documento condenatorio, el dictamen del Auditor, Sr. Peña, y la aprobación del general Polavieja. Rizal dióse por enterado, y «protestando de lo que se le había leído», firmó, previo requerimiento, al pie de la diligencia judicial. Cuantos han visto esa firma y otras de Rizal, declaran que nunca éste escribió su nombre con pulso más sereno, con letra más robusta, clara y perfecta. ¡Al fin se cumplía su pronóstico! Cumplíase, al fin, lo que en él había sido vaga aspiración: ¡Morir por la Patria! Rizal, como Ibarra, de Noli me tángere, tenía que morir sólo por el delito de haber ansiado libertades para la tierra que le vió nacer[1]. —La sentencia de muerte acogióla, pues, Rizal como una ley del Destino. É inmediatamente de firmar el «enterado», fué puesto en capilla, en una habitación habilitada al efecto, en la fuerza de Santiago, donde ya se hallaba. Y el Juez se retiró, no sin haber hecho antes entrega del Reo al Jefe del piquete, D. Juan del Fresno, que lo recibió con las formalidades de rúbrica. «Por un singular privilegio y consideración inusitada, dicen los jesuítas[2], Rizal estuvo en capilla sin ataduras, aunque con tres centinelas de vista y dos oficiales, todos españoles.»

Al cundir la noticia, cundió la más intensa emoción por toda la ciudad, y durante las veinticuatro horas que Rizal permaneció en capilla (siete de la mañana del 29 á siete de la mañana del 30), en Manila no se habló de otra cosa. El Capellán del regimiento de artillería ofrecióse á Rizal; pero éste, agradecido, rehusó los auxilios espirituales que el Capellán le brindaba. El Arzobispo dispuso que asistieran al Reo los jesuítas, los cuales destacaron inmediatamente


  1. Recuérdense los tres documentos que constituyen el testamento político de Rizal, insertos en las págs. 241 á 244.
  2. Rizal y su obra, opúsculo citado, capítulo xvii.