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W. E. RETANA

»Con esta intervención de Rizal, que resulta probada [probado que rechazó la insurrección]; con esta su actitud y con tales antecedentes, igualmente probados por su propia confesión y declaraciones testificales, ¿es D. José Rizal promovedor é inductor de la actual rebelión, en que como combatiente no ha tomado parte?

»La respuesta afirmativa se impone, porque la inducción es directa y ejecutiva cuando por su naturaleza y condiciones pueda ser eficaz para determinar el agente; y aquí la constante propaganda en masas ignorantes, crédulas, casi hipnotizadas por Rizal, ha producido el hecho de la rebelión, fatal y necesariamente, como se produce la llama en el alcohol si se arroja una cerilla encendida, aun cuando después de arrojada pretenda el que la arrojó apagar el incendio definitivamente, ó para reproducirlo más tarde, Rizal, como todos los revolucionarios, ha promovido la rebelión sin precisar el momento en que había de estallar; que fuera antes ó después, poco importa. Es la consecuencia de un trabajo deliberadamente emprendido, y que da sus frutos tempranamente[1].

»Está, pues, bien calificado Rizal como promovedor del delito de rebelión, consumado por medio del de Asociación ilícita [¡consumado por medio de la «Liga»!]; y es justa la sentencia que por sus propios fundamentos procede aprobar, disponiendo que se ejecute pasando al repetido D. José Rizal y Mercado Alonso por las armas, en el sitio y hora que V. E. tenga á bien designar, y con las formalidades


  1. Según esta filosofía, cada vez que se verifica un atentado anarquista, se debe comenzar por fusilar á los teorizantes de las ideas. Si mañana los socialistas de Jerez se echan al campo, lo primero que debe hacerse es fusilar á Pablo Iglesias, que no se ha movido de Madrid.
    Todo el pensamiento político de Rizal, según se desprende de sus novelas y de sus opúsculos, puede resumirse en estos renglones: Amo el progreso de mi patria: sin libertad no hay progreso. Solicito legalmente de la Metrópoli los derechos políticos, y la Metrópoli me contesta que mis compatriotas no se hallan aún en estado de merecerlos. Pues bien, compatriotas: estudiad, dignificaos, demostrad que sois dignos de merecer esos derechos. Pero, Madre patria, si continúa de por vida, como parece, el régimen histórico, mi país no podrá jamás, dentro de la legalidad, llegar á ese estado que tú previamente exiges… ¿Tendremos que ir á la revolución?… ¡Allá tú! Tu Historia y tus prohombres liberales nos lo aconsejan. Yo, sin embargo, opto por un término medio: el de que nos vigoricemos en la sombra, ya que á la luz del día no nos dejan. ¿Hacemos mal?… ¡Pero, en qué quedamos, Madre patria? ¿No nos pides que valgamos más? ¡Y cómo hemos de valer, si legalmente nos ciegas toda fuente de progreso?… Yo, Rizal, en la Metrópoli, soy considerado, porque valgo; pero voy á mi país, y, porque valgo, paso por un filibustero redomado… Te pido, Madre patria, que me aconsejes. ¿Y qué me respondes? «¡Paciencia!»… Yo la tengo. Pero… ¿la tendrán todos los compatriotas míos que piensan como yo?… ¿Les obligarás á que hagan lo que han hecho tus hijos en la Península, esos que nos dicen que las libertades no se mendigan, sino que se conquistan? —¡De ti depende!