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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

Toda injusticia, todo crimen, todo lo que no fuera como debía ser, hería la imaginación del estudiante, que, si la tenía viva, no por eso dejaba al propio tiempo de ser todo un hombre reflexivo. El nos ha dicho en uno de sus artículos[1]:

«Sobre la fina arena de las orillas del lago de Bay, hemos pasado largas horas de nuestra niñez pensando y soñando en lo que había más allá, al otro lado de las olas. En nuestro pueblo veíamos, todos los días casi, al teniente de la guardia civil, al alcalde cuando lo visitaba, apaleando é hiriendo al inerme y pacífico vecino que no se descubría y saludaba desde lejos. En nuestro pueblo veíamos la fuerza desenfrenada, las violencias y otros excesos cometidos por los que estaban encargados de velar por la paz pública; y fuera el bandolerismo, los tulisanes, contra los cuales eran impotentes nuestras autoridades. Dentro teníamos la tiranía y fuera el cautiverio. Y me preguntaba entonces si en los países que había allá, al otro lado del lago, se vivía de la misma manera; si allá se atormentaba con duros y crueles azotes al campesino sobre quien recaía una simple sospecha; si allá se respetaba el hogar; si para vivir en paz había que sobornar á todos los tiranos»…

Son también sumamente curiosas las noticias que acerca de la niñez de Rizal ha publicado D. Manuel Xerez y Burgos, médico, sobrino carnal del presbítero Burgos, agarrotado por los aludidos sucesos de Cavite en 1872. Hẻ aquí lo que dice el Sr. Xerez[2]:

…«trajeron á un niño á mi casa para que se le pusiera interno en el Colegio de los PP. de la Compañía de Jesús.

»Lefa con una corrección perfectísima, y era muy juiciosito, á pesar de su corta edad. No se mezclaba con sus compañeros más que para comentar aquellos sucesos [los de 1872] que acababan de perturbar todo el Archipiélago. Tenía unos sentimientos nobilísimos y se dejaba vislumbrar por su asiduidad en auxiliar á alguno de sus compañeros, que se hacía algún daño jugando, sus sentimientos humanitarios; su porte franco y decidido; su decisión en llevar á cabo actos de valor en obsequio de sus compañeros, hablaban bien alto en favor de aquel niño, que más tarde llegó á ser el apóstol de su país y el ídolo de sus compatriotas.

»Como ya hemos dicho, él no se mezclaba en los juegos y travesuras de los demás pupilos compañeros suyos. Estaba regularmente á las horas de recreo leyendo las Fábulas de Iriarte y Samaniego,


  1. Intitulado Ingratitudes. Vió la luz en La Solidaridad, núm. 23: Madrid, 15 de Enero de 1890.
  2. Articulo intitulado Rizal de niño, inserto en el diario República Filipina: Mandaloyon, 30 de Diciembre de 1898.