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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

trar que yo no soy el que creen que revuelve las cosas, como se ve en las dos cartas de recomendación que el General me ha dado para los Ministros de la Guerra y de Ultramar, escritas de su puño y letra; así como la que me escribió acompañándolas. Ésta dice así:

«El General en Jefe del Ejército de Filipinas. —Señor Don José Rizal.

»Muy señor mío: Adjuntas remito á usted dos cartas para los Ministros de Guerra y Ultramar, que creo serán bien recibidas.

»Yo no dudo de que me dejará usted airoso ante el Gobierno con su futuro comportamiento, no sólo por la palabra empeñada, sino porque los actuales acontecimientos habrán demostrado á usted palpablemente que ciertos procedimientos, producto de ideas desatinadas, no dan otro resultado que odios, ruinas, lágrimas y sangre.

»Que sea usted muy feliz le desea su atento s. s. q. b. s. m., —Ramón Blanco.

»Manila, 30 de Agosto» [1896].

»El texto de las dos cartas de recomendación es la misma (sic), y solamente copiaré aquí una:

«El Capitán General de Filipinas. —Particular. —Manila, 30 de Agosto de 1896. —Excmo. Sr. D. Marcelo de Azcárraga.

»Mi apreciable General y distinguido amigo: Recomiendo á usted con verdadero interés al Dr. D. José Rizal, que marcha á la Península á disposición del Gobierno, siempre deseoso de prestar sus servicios como médico en el Ejército de Cuba.

»Su comportamiento durante los cuatro años que ha permanecido en Dapitan ha sido ejemplar; y es, á mi juicio, tanto más digno de perdón y benevolencia, cuanto que no resulta en manera alguna complicado en la intentona que estos días lamentamos, ni en conspiración ni en Sociedad secreta ninguna de las que la venían tramando.

»Con este motivo tengo el gusto de repetirme de usted con la más


    muestras de poseer algún sentido político, dicho se está que al descubrimiento verificado por Fr. Gil siguió una explosión de entusiasmo de los peninsulares hacia los frailes, los cuales aprovecharon hábilmente tales circunstancias para deslindar los campos, ó sea para ¡deslindar las razas! Rizal, naturalmente, no tuvo en absoluto nada que ver con el estallido del Katipunan. Pero estaba en bahía, siquiera fuese incomunicado en un buque de guerra; y á pesar de que no había pisado la tierra de Luzón desde hacía cuatro años, y de que debía de saberse que regresaba de Mindanao para embarcar inmediatamente para Cuba, adonde iba en calidad de médico voluntario, la opinión española, dirigida en aquellos momentos por los frailes y sus allegados, se fijó en él, y, quieras que no, juzgóle el jefe del movimiento; a pesar de lo cual, Blanco, que creía en la irresponsabilidad de aquél, no sólo le dejó que se marchase, sino que le dió las expresivas cartas que quedan transcritas en el texto.