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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

lo que Rizal valía. Á la verdad, quien conozca algo los instintos de la mujer galante, no podrá menos de apreciar el sacrificio inmenso que Josefina se impuso espontáneamente, yendo á vivir á Dapitan, donde no había diversiones de ninguna clase, ni teatros, ni dinero; Rizal no era rico: al sentirse Josefina atraída por Rizal, un deportado poco menos que en la selva, ¿no es cosa de decir que el alma de Rizal era un alma verdaderamente superior?

De aquellos amores hubo fruto: un hijo, muerto al tiempo de nacer. Rizal lo retrató, al lápiz, en la guarda de un libro, que conserva la familia del Rizal. Éste la quiso, sí, pero no estuvo de ella ciegamente enamorado: «buscaba oportunidad, según se dice, para separarse de ella, y parece que se decidió á hacerlo hacia Junio del año siguiente [1896], porque facilitó dinero á la muchacha, para que pudiera retirarse á Manila»[1]. En el cariño de Rizal á Josefina entraba por algo la piedad; así se desprende del siguiente párrafo de una de las cartas que aquél dirigió á su madre[2]:

«Dapitan, 15 de Enero de 1896.

»Mi muy querida madre: Recibirán Vs. un poco de pescado salado, que ha salado la persona que vive en mi casa. Ella es buena, obediente y sumisa. No tenemos más sino que no estamos casados; pero como V. misma dice: Más vale a… en gracia de Dios que casado en pecado mortal. Hasta ahora no hemos reñido, y cuando le hago pang̃aral no contesta. Si V. viene y la trata, espero que se llevará bien con ella. Además, no tiene á nadie en el mundo más que á mí. Yo soy toda su parentela.»

Rizal era un elegido de la Fatalidad: estaba condenado á no vivir enteramente dichoso bajo ningún concepto. Por el mes de Abril de 1896, los prohombres del Katipunan, con Andrés Bonifacio á la cabeza, no podían resistir más tiempo la sed que sentían de rebelarse. ¿Plan? Matar á los españoles, así como á los chinos é indígenas que no secundasen de buen grado la obra revolucionaria; apoderarse del general Blanco, altas Autoridades «y demás españoles de alguna importancia, conservándoles la vida para, por medio de ellos, tratar de conseguir los derechos políticos»[3]… Y se necesitaba que Rizal lo sancionase: le debían al Ídolo la atención de la consulta; esperaban del Ídolo que lo aprobase todo, y aun sus instrucciones, las cuales cum-


  1. Epifanio de los Santos: sus apuntes inéditos citados.
  2. Según copia remitida por D. E. de los Santos.
  3. Declaración de D. Pío Valenzuela, prestada en Manila á 2 de Septiembre de 1898. — Nótese que la Revolución no perseguía la Indepencia, sino conseguir los derechos políticos», siquiera para lograrlos no tuviesen reparo los revolucionarlos en cometer horrores.