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W. E. RETANA

Los padres del Doctor, según los filipinos, eran ricos; según los españoles, tenían sólo un muy modesto pasar. Desde luego consta por el propio Rizal en el Diario que llevaba en Madrid siendo estudiante[1], que quien le sostenía era un tío suyo, modestamente por cierto. Los padres, sin embargo, no fueron, como se ha dicho, simples aparceros, seres de todo punto vulgares; antes bien habían recibido cierta educación, y así lo prueba el hecho de que D. Francisco supiese latín y que doña Teodora procediera del Colegio de Santa Rosa de Manila[2]. Tanto D. Francisco como sus antecesores, el chino inclusive, se habían dedicado á la agricultura; todos ellos en Biñang, excepto D. Francisco, que siendo joven se estableció en Calamba para explotar allí una pequeña parte de los grandes terrenos cultivables que los frailes dominicos poseían en el pueblo.

En lo que se refiere á la cuna de D. José Rizal, Calamba, como es dicho, hácese indispensable decir alguna cosa; porque la circunstancia de ser de Calamba influyó por modo decisivo en la vida del biografiado, así como en gran parte de sus obras novelescas y políticas. Calamba es un pueblo que constituye de antiguo una hacienda; allí ningún filipino es propietario de un solo palmo de terreno, que ha venido perteneciendo íntegramente á la corporación dominicana. El origen de esa propiedad es muy curioso. Allá por el siglo décimo-octavo, un señor D. Pedro de Negrete, que vivía en Nueva España, por una de las cláusulas de su testamento previno que «en el caso de que no se fundase el colegio que intentaba erigir en Carranza, para cuyo destino dejaba 125.000 pesos, era su voluntad que sus albaceas los entregasen al procurador general de la provincia de Filipinas de la Compañía de Jesús residente en México, para que el provincial que fuere de dicha provincia funde diez ó más misiones, hasta donde alcanzase, en nuevas conversiones [de infieles] en estas Islas Filipinas, ó en las de su inmediación que le pareciese más conveniente á dicho P. Provincial, á cuya dirección lo dejó»[3]. Una buena parte de la suma apuntada dedicáronla los jesuitas á la compra de las haciendas de Calamba y de Nagtahan, que eran entonces de la propiedad de D. Manuel de Jáuregui. Los nuevos propietarios, los jesuítas, «hicieron una gran presa en el río de Tanauan, que viene á des-


  1. Este Diario lo llevaba en Madrid en una «Agenda de Bufete» el año de 1884. Hoy se halla en poder del distinguido bibliófilo americano Mr. E. E. Ayer. Más adelante, en el texto, hallará el lector reproducido el Diario.
  2. Debo esta noticia al Sr. Epifanio de los Santos.
  3. Tomo estos datos del Inventario de las obras pías que administraban los jesuitas en Filipinas al tiempo de la expulsión, formado en 1797; documento oficial auténtico que hoy pertenece al citado Mr. Ayer.