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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

de los que me le presento ajeno por completo, creyendo, en todo, inspirarme en las respetables indicaciones de V. E. en cuanto á indiferencia aparente.

»Con verdadero y sincero deseo he esperado la honra de que V. E. hubiese visitado este punto, por las satisfacciones de reiterar personalmente mi respetuoso saludo.» Etc.

Rizal acabó por obtener de Blanco la promesa de que podría trasladarse á otra provincia del Archipiélago; pero la promesa no pasó de ahí; y en vista de que transcurrían los meses sin saber á qué atenerse, dirigió al General una carta-petición, que decía[1]:

«Excelentísimo Señor: — Desde que V. E. ha tenido la bondad de prometerme mi traslado á Ilocos ó á la Unión, han pasado muchos meses, y su silencio me ha permitido creer que graves dificultades se han ofrecido para la realización de su promesa. Entonces, para remediar mi precaria situación y atender á mi porvenir, solicité hace dos meses de V. E. el permiso para abrir una colonia agrícola cerca del seno de Sindang̃an; mas como tampoco he recibido contestación ni directa ni indirecta, y como la estación favorable para roturar terrenos ha pasado, renuncio resignado á esta idea y veo que no me queda otro recurso que aceptar lo que V. E. se ha dignado proponerme, cuando estuvo en este punto á bordo del «Castilla», cual es mi pase á la Península para restablecer mi quebrantada salud.

»Contribuye también á esta resolución mía la marcha del digno Comandante del distrito, Sr. Sitges, persona para quien sólo tengo elogios por su rectitud y actividad, pues mientras ha estado aquí ha tratado de remediar en lo posible la precaria situación del distrito, hermoseándolo y regulando sus servicios. Indudablemente, el sucesor que V. E. designe será tan digno y tan caballero como el Sr. Sitges; pero ignoro si tendré la misma fortuna de ser comprendido y si podré inspirarle la misma confianza. El Sr. Sitges sabe ya que no soy el antiespañol que mis enemigos han querido pintar. Gozo como el que más cuando encuentro un español honrado, un gobernante activo y una justa autoridad.

»En un punto, pues, menos miserable que éste podría yo ganar lo suficiente para mantenerme y acaso ahorrar para el porvenir. El Gobierno, al privarme de mi libertad, no podrá negarme que me procure mi subsistencia, y si algún día me devuelve á mi hogar, como V. E. me ha indicado, estoy seguro que no gozará ante el pensamiento de entregar á la sociedad un pobre, un enfermo, un necesitado, en vez del que tomó joven, lleno de esperanza y de salud. En la Península, ya


  1. Copia exacta del original; uno de los documentos de la colección, ya citada, que me facilitó el general Blanco.