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W. E. RETANA

mento redimiese de la servidumbre á siete millones de habitantes, era al menos un consuelo… Y la esencia de las ideas de Rizal se iba infiltrando en todos los que soñaban con la ansiada redención.

Veníase observando que desde la publicación del Noli me tángere no eran tan cuantiosos los ingresos en las cajas parroquiales: en los pueblos más políticos (Táal, Lipa, Malolos, etc.), eran ya muy contados los que pagaban bautizos con órgano y campaneo, ni misas con tres curas y sochantre, ni pintacasis en honor de tal Santo ó de cual Santa… La renta de las bulas decaía… Rizal había logrado, con un solo libro, herir á los frailes en lo que más estimaban (el bolsillo), y al propio tiempo convencer á muchos de sus compatriotas de que, para ganar el cielo, no era preciso enriquecer al fraile, ni seguir á ciegas todo cuanto el fraile predicaba; el fraile era simplemente un explotador de la sencillez, de «la mansedumbre de los fieles». Más aún: el respeto al sacerdote no debía convertirse en servilismo deshonroso…

Un hecho que en España habría motivado, á lo sumo, una gacetilla periodística de seis ú ocho renglones, para olvidada á las veinticuatro horas, en Filipinas fué objeto de los más estupendos y persistentes comentarios. El párroco de Balayán (Batangas), fraile recoleto, acudió á una tertulia casera, en la que había baile, catapusan y demás. Dió á besar la mano á las personas que tuvo por conveniente, y una de ellas, linda tagala, de familia distinguida, rehusó poner sus labios en la mano de aquel cura recoleto. El fraile insistió, y ella también. Y entonces el fraile endosó á la señorita una buena bofetada. Ella fué en el acto por un palo, y descargó algunos golpes sobre el fraile, el cual se defendió repartiendo puntapiés, puñadas y soplamocos.


    frailes, como el Gobernador que dictó el bando; y como hombres, han sabido que no consiste en los saludos ni en besamanos el cumplimiento de la ley, sino en llenar debidamente sus deberes de buen ciudadano español.» (Síntesis de la doctrina sustentada por Rizal.)
    Pero todavía hubo otro Gobernador que fué más allá que Peñaranda. En La Solidaridad del 15 de Marzo de 1894 se lee que al hacerse cargo del mando civil de una de las provincias meridionales de Luzón un señor teniente coronel de artillería (no cita el nombre), dirigió á los Gobernadorcillos una circular que decía á la letra:
    «Al encargarme del mando de esta provincia, prevengo á ustedes que la norma de mi conducta será ceñirme en absoluto á lo dispuesto en las leyes y reglamentos vigentes, siendo inexorable para el que falte á ellos, así como seguro apoyo y garantía para hacer justicia.
    »Guardarán ustedes las mayores atenciones y respetos con los reverendos curas párrocos, UNICOS á quienes podrán ustedes enseñar y consultar en las órdenes que reciban de este Gobierno, sin que nadie más deba enterarse de ellas.»
    ¿Quién mandaba en el país, el Ministro ó los frailes? ¿Quién era el amo? Pues bien: á los indios que aquí sostenían la buena doctrina, les llamábamos «filibusteros»; y á las autoridades que allá cometían tales imprudencias, se les llamaba «insignes patriotas».