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W. E. RETANA

Simoun, ó sea Ibarra (el Ibarra del «Noli me tángere»), estuvo á punto de matar á Basilio, que le había reconocido. Entáblase un diálogo dramático, de largos parlamentos.

[Simoun:]— «Si; soy aquel que ha venido hace trece años enfermo y miserable para rendir el último tributo é un alma grande, noble, que ha querido morir por mí. (Alude á Elías. — Y vaya notando el lector la afición de Rizal á rendir tributo á los muertos.) Víctima de un sistema viciado he vagado por el mundo, trabajando noche y día para amasar una fortuna y llevar á cabo mi plan. Ahora he vuelto [al país] para destruir ese sistema, precipitar su corrupción, empujarle al abismo á que corre insensato, aun cuando tuviese que emplear oleadas de lágrimas y sangre… Se ha condenado, lo está, y no quiero morir sin verle antes hecho trizas en el fondo del precipicio»…

…«Llamado por los vicios de los que las gobiernan, he vuelto á estas islas, y bajo la capa del comerciante, he recorrido los pueblos. Con mi oro me he abierto camino, y donde quiera he visto á la codicia bajo las formas más execrables, ya hipócrita, ya impúdica, ya cruel, cebarse en un organismo muerto como un buitre en un cadáver, y me he preguntado ¿por qué no fermentaba en sus entrañas la ponzoña, la ptomaina, el veneno de las tumbas, para matar á la asquerosa ave? El cadáver (ó sea la colonia) se dejaba destrozar; el buitre (ó sea el régimen español) se hartaba de carne; y como no me era posible darle la vida para que se volviese contra su verdugo, y como la corrupción venía lentamente, he atizado la codicia, la he favorecido; las injusticias y los abusos se multiplicaron; he fomentado el crimen, los actos de crueldad, para que el pueblo se acostumbrase á la idea de la muerte; he mantenido la zozobra, para que huyendo de ella se buscase una solución cualquiera; he puesto trabas al comercio, para que empobrecido el país y reducido á la miseria, ya nadie pudiese temer; he instigado ambiciones, para empobrecer el Tesoro; y no bastándome esto para despertar un levantamiento popular, he herido al pueblo en su forma más sensible, he hecho que el buitre mismo insultase al mismo cadáver que le daba la vida y lo corrompiese. Mas, cuando iba á conseguir que de la suprema podredumbre, de la suprema basura, mezcla de tantos productos asquerosos fermente el veneno, cuando la codicia exacerbada, en su atontamiento se daba prisa por apoderarse de cuanto le venía á la mano, como una vieja sorprendida por el incendio, he aquí que vosotros surgís con gritos de españolismo, con cantos de confianza en el Gobierno, en lo que no ha de venir; he aquí que una carne palpitante de calor y vida, pura, joven, lozana, vibrante en sangre, en entusiasmo, brota de repente para ofrecerse de nuevo como fresco alimento… ¡Ah!, ¡la juventud siempre inexperta y soñadora,