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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

«Bajaste á la tumba sin ver realizadas las ideas á cuyo fin dedicaste todos tus afanes; pero en el corazón de todos tus hermanos y paisanos, quedan grabados los patrióticos sentimientos que tú les inspiraste, y trabajarán por su triunfo, ya que la muerte se ha interpuesto en tu camino. —José Alejandrino

Nótese el sentido que se da á las palabras patria y patriotismo. El Gobierno, sin embargo, no se enteraba de que aquí, en la propia casa solariega, existía un importante núcleo de filipinos, más o menos intelectuales todos ellos, que venían haciendo una labor que, si á ciertas gentes podía parecerle de simples desahogos, «cosa de niños grandes», entre los naturales del Archipiélago producía una impresión profundísima, causaba en los espíritus una transcendental revolución. Hé aquí ahora el pensamiento de Rizal en aquel homenaje; una vez más, Rizal siente ansia de dar su sangre por la Patria:

«¡Una esperanza desvanecida, un talento malogrado, toda una juventud consagrada al estudio para una útil y fecunda edad madura; todo esto lo lamentan Filipinas y los que le hemos conocido!

Pero lo que debe llorar Pang̃aniban, aun en el seno de su tumba, es el pensar que ha muerto sin cumplir con la alta misión á que sus facultades excepcionales le destinaban; el pensar ha muerto sin haber podido dar antes su sangre y sus pensamientos todos á la noble causa que había principiado á abrazar.

Nosotros los que quedamos, sólo honraremos su memoria procurando llenar el vacío que ha dejado. Su mayor satisfacción no serán lágrimas, sino hechos; no para él, sino para su patria. —José Rizal.

De su vida en París, ha dicho Regidor (véase la nota 205):

«Allí asistió con asiduidad á las reuniones de casa de los hermanos Pardo de Tavera, á quienes estimaba entrañablemente; no faltaba tampoco á las recepciones domingueras de Juan Luna, en el Boulevard Pereyre, donde se lucía en los asaltos de armas y en donde tiró repetidamente con nuestra paisana la hábil Srta. Boustead. Para aquellas recepciones compuso una preciosa poesía que cantó una tarde, con su argentina voz de contralto, la binondeña Loleng Ocampo, música de Kundiman, el canto tagalo… Una idea noble germinaba en su cerebro: la de participar en la educación de sus paisanos. […] Trató de establecer en París un colegio para niños; después, invitado por el joven Kunanan, de la Pampanga, que le ofrecía obtener cuarenta mil pesos para fundar un colegio filipino en Hong-Kong, sólo pensaba en esta obra de redención…»

Rizal llegó á Madrid, procedente de Francia, en la primera quincena de Agosto de 1890. Su presencia en la capital de España notóse en seguida. Púsose sin pérdida de tiempo en relación con cierta parte de la Prensa madrileña, y logró á la vez de la Asociación Hispano-

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