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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

á 10 de Octubre del 89, en que se anuncia una revolución sangrienta.

Algo habrá que decir del origen de esa proclama, que no nos consta que la escribiese Rizal, pero que á él se la atribuímos sin otro dato que el examen del estilo. Queda indicado ya que desde antes de la Manifestación de 1.º de Marzo de 1888 circulaban en Filipinas numerosos papeles clandestinos, más o menos revolucionarios, enderezados principalmente, exclusivamente en rigor, contra los frailes. El foco de mayor importancia de donde provenían era Hong-Kong, refugio de muchos filipinos perseguidos, entre ellos D. Doroteo Cortés, el padre más calificado de aquella propaganda. En 1889, gobernando el Archipiélago el general Weyler —que si para contener los desmanes de los agitadores se dió buena traza, diósela no menos buena para impulsar el progreso de las Islas[1],— un abogado indígena, llamado D. Felipe Buencamino, que figuró más tarde entre los prohombres de la «República Filipina», ávido de captarse la benevolencia (señal de que la echaba de menos) de los elementos más influyentes del país, redactó, subscribió y esparció uña hoja volante cuyo texto comenzaba así:

«Los filipinos que suscriben el presente documento, creen llenar un deber sagrado haciendo pública manifestación de solemne protesta contra los libelos, escritos anónimos y proclamas incendiarias que con tanta insistencia y con carácter separatista vienen introduciéndose clandestinamente del extranjero de algún tiempo á esta parte, por manos ocultas, sembrando la duda y la desconfianza en el ánimo de todos y causándonos á los del país daños sin cuento y de transcendencia suma»…

La protesta no pudo ser más enérgica. En ese documento se alaba á los frailes, se celebra el régimen colonial de España, se afirma que la implantación del Código político en Filipinas no sería de provecho; sostiénese que el país no necesitaba para nada tener en las Cortes ningún representante… Se mantiene, en suma, el programa tradicional y se abomina del programa de los filipinos reformistas. Y aunque el texto comienza: Los filipinos que suscriben… es lo cierto que lo subscribió solamente D. Felipe Buencamino; de lo que debe inferirse que no halló entre sus paisanos cultos ni uno siquiera que se prestase á firmar tan reaccionario documento[2], fechado en las «Islas


  1. En mi libro Mando del General Weyler en Filipinas, que no tiene otro mérito que el de ir copiosamente documentado, demuestro cumplidamente que todos los ramos de la Administración pública progresaron durante la gestión de dicho general, debido á sus iniciativas personales. Ningún otro gobernante tomó con mayor empeño la propagación del castellano, el fomento de la instrucción primaria, etc.
  2. Publicado íntegramente en mi libro Mando del General Weyler.