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W. E. RETANA

Pero prescindamos de los defectos de criterio que salpican las notas de Rizal, así como de algunos otros que desvirtúan el mérito del conjunto de la obra[1]. Perseguía Rizal, como buen propagandista, un objetivo predeterminado, y aunque sea ese objetivo antiespañol, merece nuestro respeto, por la forma científica con que acertó el Autor á presentarlo. Al propio tiempo, Rizal perseguía otra finalidad: realzar la importancia de los filipinos en la historia de su país, mucha mayor que la que se desprende de la lectura de las obras españolas. Y en esto nos hallamos enteramente de acuerdo con Rizal. La historia propagada de Filipinas no es otra cosa que la de los hechos de los españoles en el Extremo Oriente; y quedan los allí nacidos tan relegados, que apenas significan nada. Lo cual constituye una injusticia. España ha obtenido victorias, de las que se enorgullece, que no habría logrado sin el esfuerzo de los filipinos, que fueron la carne de cañón: sin la lealtad de aquellos indígenas, sin el entusiasmo con que respondían á las excitaciones de sus jefes, sin su heroísmo, tantas veces acreditado, esas victorias no habrían tenido efecto. Deben los filipinos gratitud eterna á España; pero España á su vez debe gratitud eterna á aquellos denodados hombres, que en tantas y tantas ocasiones, con lealtad y abnegación ejemplares, ¡sucumbieron obscuramente por mantener incólume la hegemonía española!

Rizal habría restablecido más y mejor la verdad histórica, si en lugar de pasarse meses y meses estudiando en el Museo de Londres y en la Biblioteca Nacional de París las obras vetustas publicadas, se hubiera dedicado á desentrañar los misterios que hay en los documentos inéditos existentes en el Archivo Indiano de Sevilla. La información histórica de Rizal adolece de deficiente. En el citado Archivo habría hallado muchos papeles de Morga, entre otros, un memorial á S. M. enumerando las demasías de los frailes, del que Rizal hubiera sacado gran partido; pues que con ese documento á la vista hubiera podido demostrar cuán poco tiempo duró aquel fervoroso y desinteresado celo apostólico que movía á los antiguos misioneros. Ni siquiera


  1. En una de las adiciones que el Sr. Ponce publicó á la Bibliografía Rizalina por mi publicada en El Renacimiento, de Manila (28 Abril 1906), hay una nota que dice asi:— «Correcciones de los Sucesos de las Islas Filipinas, por el Dr. Antonio de Morga. Es una fe de erratas de la edición que hizo de esta obra, de suma importancia y necesidad para cuando se haga otra edición de este libro. Rizal puso esta nota á sus Correcciones: «Errores de imprenta y omisiones del copista. Cuando se publicaba esta obra, el ejemplar original del British Museum se había extraviado, y el anotador no pudo, como quería, corregir las pruebas cotejándolas con el original; así se deslizaron omisiones de éste como del manuscrito.» Las omisiones son muchas y considerables, consistiendo no sólo en palabras, sino en líneas y hasta en párrafos enteros.»